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jueves, 11 de junio de 2009

Personaje


A veces siento que soy un personaje de un cuento, pero soy también el escritor de ese cuento. Observo mi vida desde fuera y voy construyendo los posibles escenarios a los que se podría enfrentar mi personaje. Luego, como personaje, me pregunto que será lo que hace que mi vida sea tan confusa y como escritor, formulo un elaborado discurso para él.

En esos momentos, en los que soy personaje y escritor a la vez, las cosas se vuelven un poco complicadas. Aparte de la duplicidad evidente, me confunde estar dentro y fuera de las situaciones, observar y ser observado, experimentar y a la vez, ser espectador y juez de lo experimentado.

Algunas veces mi personaje se me rebela y no actúa como yo predije, como yo le ordené. Hace de las suyas, se vuelca hacía mi con el dedo índice en alto y me manda a freír espárragos... se va completamente por su lado y no hay forma de controlarlo ni de alcanzarlo en su carrera desenfrenada. Entonces tengo que enfrentármele y proponer una tregua, o entrar en debate, o pelearme con él descaradamente hasta que haya una resolución al conflicto. A veces salgo vencedora, otras él se sale con la suya. Cuando lo hace, yo me siento inútil y me pregunto si realmente puedo controlar a este invento mío, que tiene vida propia y que no me hace caso alguno.

El otro día mi personaje se encarreró y se tropezó con la vida y no pude ayudarle a que se levantara. Otro día, se puso a comer freneticamente porque algo en su interior le dijo que prefería ser un gordo feliz a un flaco obsesivo que nunca iba a estar realmente satisfecho con su peso y yo, no pude quitarle un solo bocadillo. Ayer, le dije que se levantara temprano para llevar a cabo una larga lista de tareas que yo le impuse, me prometió que lo haría, puso su reloj para las siete y media (la verdad es que me vi bastante sensata con la hora, yo hubiera querido que se levantara a las 6, porque al que madruga la vida le ayuda... pero bueno...). Hoy por la mañana sonó el despertador pero mi personaje sacó una mano de las cobijas y lo apagó, refunfuñando algunas ridículas explicaciones. "¡Que cojones los tuyos! ¡Que huevos!"- Le reclamé. "¿Acaso no habíamos quedado que te despertarías temprano? ¿Que tenías muchas cosas que hacer? ¿Que había que ir al gimnasio y luego a arreglar esos papeles que llevamos dejando a un lado no sé cuanto tiempo?" Ni siquiera me contestó. Se volteó hacía el otro lado, hacía el lado al que no da el sol, y se quedó en la cama dormido hasta las 10. Claro, esta tarde, cuando se le habían acumulado cuatrocientas cincuenta y nueve cosas y que no se daba abasto con el cúmulo de trabajo, me reclamaba: "¿¿Por qué no me despertaste??" y se sentía fatal, sentía que no tenía voluntad propia mientras que yo pensaba: "¿Tú? ¿¿No tener voluntad propia?? ¡Si no la tuvieras TODO sería más fácil!"

Tartarito

Hoy me desperté temprano. Creo que era tan temprano que ni siquiera los de mi cuarto se habían levantado. Tendí mi cama, luego me volví a m...