Buscar este blog

domingo, 31 de marzo de 2013

LO MÍO…

No sé si me vayan a creer, queridos lectores, porque ya he prometido varias veces volver y no lo he cumplido... hoy recibí un comentario que me hizo regresar a leer una de mis entradas y con esa lectura a extrañar esto que amo tanto y que he hecho desde que tengo recuerdos y que es parte de mi: escribir. 

Si, tuve un hijo, si, me desborda el trabajo, si, no encuentro tiempo a veces ni para bañarme... pero cuando uno tiene una pasión por algo como esto, abandonarlo es como traicionarse a sí mismo. 

Tampoco quiero reprocharme demasiado, las pausas son buenas, los descansos también. Uno crece y revisa y se deshace de lo que no sirve y recupera lo que si. 


Empecé a escribir cuando tenía ocho años. Vivíamos en Londres. Me pasaba horas haciendo unas ilustraciones para un librito que se llama "Rymes (escrito así) and poems for children". Aún lo tengo. Escribía pequeños poemas y los ilustraba con dibujos o calcomanías. Si, calcomanías. ¡Creo que a veces eran las calcomanías las que inspiraban el poema! Después escribí diarios, muchos de ellos, dieciocho en total. En el internado, en vez de hacer la tarea, escribía cuentos y poemas en mis diario que aún conservo. Cuando llegué a México y descubrí el español, empecé a escribir cuentos y relatos, acabé en la Universidad Iberoamericana estudiando una carrera llamada Literatura Latino Americana que no terminé... pero que me hizo escribir más y más. 


Un día, me encontré con una persona que gracias a mis escritos me contrató. De haber sabido que esa misma persona haría que dejara de escribir, me habría alejado. Pero si uno supiera de antemano que situaciones serán dolorosas y tortuosas, uno no daría paso adelante y entonces no viviría las experiencias que realmente nos hacen aprender y crecer. 


Esa persona que me buscó por mi escritura, poco a poco fue minando mi seguridad hasta que, un día, desistí y dejé de hacer precisamente eso: escribir. Transformó una pasión en una competencia, en algo externo cuando para mi la escritura siempre había sido algo mío, algo interno, algo íntimo. Esa persona por miedos propios, por inseguridades propias, por temor a desaparecer, tenía que romper, tronar, destrozar a la gente que lo rodeaba y lo lograba. Lo logró, por un tiempo, largo. Esa persona ahora para mi está muerta y la experiencia es ya tan lejana que puedo visitarla sin dolor, pero la lección es muy simple: no hay nada que la vida o que la gente pueda hacer por quitarte algo que es intrínsecamente tuyo. 


Nadie, nada, nadie, se llevará la pasión que llevo dentro por esto que amo hacer. Aquí sigo y aquí seguiré.

Tartarito

Hoy me desperté temprano. Creo que era tan temprano que ni siquiera los de mi cuarto se habían levantado. Tendí mi cama, luego me volví a m...