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viernes, 24 de abril de 2009

Al fin el Internado

Poco a poco va uno aprendiendo que no todo es como en las películas. Es una realización triste y franca pero que sirve para poner un poco los pies sobre la tierra. Pero... en el caso de los internados, yo descubrí que algunas cosas sí son como en las películas.

Antes de tomar el vuelo a Suiza, en dónde mis papás me depositarían en el internado llamado "Beau Soleil" (Sol Bonito), nos enviaron una carta con todos los requisitos que había que juntar para el inicio del año escolar. Básicamente nos indicaban cuantos chones, cuantos pantalones, cuantas faldas, de que color, de que tamaño (las faldas no podían subir arriba de las rodillas, aunque si les enseñara las fotos de las niñas, no había una que usara la falda a la altura "permitida"...), que cosas estaban permitidas (una corta lista), que estaba prohibido (varias paginas) y demás indicaciones para las futuras alumnas de Sol Bonito. ¡Yo estaba extasiada! ¡Por fin se cumpliría mi sueño de vivir en un internado! Me imaginaba la complicidad con las compañeras, lo estrictos que serían los maestros, las travesuras que les haríamos y las cosas por las que estaríamos en peligro de expulsión mis futuras amigas y yo.

Viajamos mi papá, mi mamá y una tía a la que llamábamos Mme. Chaussette (Sra. Calcetín) porque siempre estaba "puesta" para emprender con nosotros cualquier viaje o aventura. Yo estaba muy nerviosa. No de dejar a mis padres, ya que la verdad era una niña muy independiente, pero de dar una buena primera impresión.

Muy niña, con tanto viaje, aprendí que el primer día de clases es el momento más importante del año y que puede marcar tu vida para siempre. En Senegal, fui una niña muy tímida debido a que desde el primer día dí esa impresión. Bueno, no la dí, ERA una niña muy tímida y además, ¡no hablaba ni una gota de francés! Me refugié en los bancos traseros de la clase para que nadie me invitara a hablar frente a la clase, aterrada de que todos se dieran cuenta que no hablaba el idioma y se rieran de mi. Fui condenada a mi propio aislamiento. Hice amigos poco a poco, pero siempre me sentí incómoda, porque según yo, había sido catalogada y no podía sacudirme la etiqueta. Cuando me juntaba con mis amigos, que eran casi todos mayores que yo, no hablaba. Solo estaba ahí, formando parte del mobiliario, escuchándolo todo, solo para volver por las noches a mi diario y plasmar en papel todos mis pensamientos, mis reflexiones, los comentarios que no había podido compartir con nadie.
Cuando llegué a Arabia Saudita, decidí que las cosas serían diferentes. Tuve una oportunidad que no muchos tienen, podía reinventarme. Nadie me conocía de antes, así que el primer día, en la escuela, actué de manera diferente. Actué. En verdad, me salí de mi ensimismamiento, y actué como una chica extrovertida. No fue fácil, y no sé como lo logré exactamente, pero rápidamente me hice amiga de los chicos más populares de la clase y pude compartir mis opiniones, expresar mis sentimientos, hacer chistes, ser realmente parte del grupo, no un fantasma como había sido en años anteriores…

Ahora, a unos días de aterrizar en Suiza, me prometía a mi misma no volver a cometer ningún error el primer día de clases, y dejar asentado desde ese día, que yo no era tímida y que podía pertenecer al grupo al que yo quisiera y ser completamente desinhibida.

Llegamos al colegio que se enontraba en un pueblito en la montaña llamado Villars-sur-Ollon. La casa en la que viviría era un chaletcito, ubicado justo abajo de un puente, con una vista sobre las montañas que quitaba el aliento. Se llamaba "La Maison de la Harpe" y a su cargo estaba la temida Mlle. Slobec.

Por el prefijo Mlle (Señorita) se pueden imaginar que era una mujer soltera que había dedicado su vida entera a la educación de las señoritas de esta escuela y evidentemente a regañarlas, hostigarlas con sus tareas y obligaciones, acusarlas sin piedad a sus alejados padres y madres, enseñarles "buenos" modales en los momentos menos indicados y sobre todo a convertir cada minuto de sus existencias en una abrumadora pesadilla de deberes, ordenes y castigos. Igual que en las películas.
Pero, a pesar de la Mlle, de que mis padres se irían muy lejos en unos días dejandome sola, de estar sin amigas en un país desconocido, con una bruja como guardiana, ¡yo era feliz!

Mis papás y yo fuimos de compras: pantalones de lana, chamarras, esquíes, botas, gorras, bufandas, guantes, shampoo... al fin estaba equipada con la larga lista y preparada para conocer a mis futuras compañeras de cuarto.

Entramos a la casa. Mlle Slobec saludó amablemente a mis padres con una sonrisa que hasta ellos reconocieron como hipócrita. ¡ Me están entregando con la bruja de Hansel y Gretel !, pensé. (Les juro que hasta tenía en la cara una de esas verrugas a las que no les puedes quitar la vista de encima...) En fin, subimos cuatro pisos de rústicas y chasqueantes escaleras. Las habitaciones estaban divididas según el año que se cursaba. Las más chicas, compartiríamos habitaciones de tres camas, a las mayores les tocaban cuartos solas. A mi me tocó escoger mi cama porque las demás no habían llegado. Era bastante acogedor para un dormitorio de internado. Sobre todo porque todo era maderozo y antiguo. Mi habitación tenía un balcón desde el cual se veían las copas de los árboles… y una pequeña ventana con postigos de madera. Observé el lugar y me gustó. Teníamos un lavabo en el cuarto y unas repisas para nuestros artículos de higiene personal. Miré al rededor y pensé: ¿Quien me tocará de compañera de cuarto? - y en ese momento sentí que pasó por mi cuerpo el primer escalofrío. Sentí un pánico repentino que me dejó paralizada. No había pasado por mi mente que tal vez, como en las películas, me tocarían dos niñas insoportables, que me molestarían y se burlarían de mi, hasta que tuviera que implorarle, llorando, a la Srita Slobec que me cambiara de cuarto… Tal vez me tocarían dos niñas aburridisimas o las más odiadas de la escuela y tendría la obligación de hacerme su amiga por aquello de que compartíamos cuarto y entonces, a mi también, me odiarían todos. Pasaron por mi cabeza todos los panoramas del mundo y fue entonces que me di cuenta que esta aventura a penas iniciaba y que tal vez no sería para nada cercana a lo que yo había imaginado…

…Continuará…

4 comentarios:

  1. No te puedo creer!!! Infancia de cuento la tuya, y ya cuando nos dé por tener hijos quisiera echarme una larga charla contigo para romper el mito de la "estabilidad" que tanto claman las mamás "new age".
    Me recordaste a "La Princesita" con esta historia!!! sigue, sigue...

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  2. Hola, perdón si comento por acá, solo estoy pasando a saludar y también para invitarte a que pases y veas mi blog a ver si encuentras algo de tu agrado y si te gusta intercambiemos enlaces, una suerte de fucionar dendritas o algo asi diria yo,je.
    Saludos y hasta la proxima.

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  3. Hola, me llamo Anna y estoy viviendo justo lo mismo que tu viviste en tu infancia. Estoy en un internado en Inglaterra y la verdad es que llevo ya unos meses pero sigo sin hacer amigas, y no entiendo el por que, la verdad, siempre me habian dicho que era muy sociable! :/

    Algun consejito?

    Besos :)

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  4. ¿Eres escritora? es que tu vocabulario es muy bueno.. ademas de que sabes redactar muy bien y hacer interesante tu relato..
    me dejaste intrigada.. que emoción siento, escribe mas, escribe mas, que en un mes yo tambien me voy a un internado.. y estoy que me muero de alegria ya me quiero ir!!!!!

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