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miércoles, 10 de octubre de 2018

Tartarito

Hoy me desperté temprano. Creo que era tan temprano que ni siquiera los de mi cuarto se habían levantado. Tendí mi cama, luego me volví a meter en ella. ¡Me encanta la sensación de sábanas estiradas!

Tuve un sueño muy extraño: estaba en un establo, con mi caballo, desnuda. Me fui a montar y al llegar a la pradera, entre ritos y hechizos, le saqué los ojos. No. No es cierto. No fue un sueño, fue una película que vi el otro día. No recuerdo cómo se llamaba.

A veces me pasa eso, confundo las películas con mis sueños, y mis sueños con películas. Un día le conté a un Sargento una película que había visto pero me dijo que seguramente había soñado porque era incoherente. Siempre incoherente. Es lo único que me saben decir.

Cuando le platiqué que había visto un documental sobre nosotros, sobre la familia, tampoco me creyó. Sí lo vi, creo... Estaba mamá, pero no hablaba, solo estaba ahí, sentada, mirándonos con sus ojos dulces llenos de leche, bendiciéndonos con su sonrisa. (Claro que lo han de haber filmado hace mucho tiempo porque yo estaba muy pequeña y además, hace años que desapareció mamá ). Tú también estabas chiquito. Te recuerdo con tus rulitos negros y tus ojitos y tus dientes de Draculita.  ¿Por qué no has venido a visitarme? Me duele.

Me duele la piel de repente. Siento así como cuando me pellizcabas. A veces me duele tanto que me tengo que echar agua en el cuerpo. Pero los sargentos no me dejan, me atan a la cama con esos lazos que queman y dejan llagas rojas y profundas.

No me importa, ¿sabes? Ayer me dijo Tartarito cómo se me podían quitar los dolores. Me dijo que fuera a traer delfinios del campo y lilas y nenúfares y que me los pusiera por todo el cuerpo, así, extendidos. Que no podía moverme, nada, ni siquiera para rascarme, en quince horas. Pero como no me dejan salir a recoger flores les pedí que me dieran papel y las dibujé. ¿Tú sabes cómo es un nenúfar? Yo sí. Las recorté y llevo ya ocho horas inmóvil.

Lo único que no está inmóvil es el enanito. El se mueve para acá y para alla en mi cabeza. Y me dice cosas pero no te las puedo contar porque son secretos. Bueno, quizás algún día lo haré, ahora está escuchando y si me oye... Es muy cruel. Le ordena a mis manos que hagan cosas feas. Les dice que me castiguen por que soy mala, entonces ellas obedecen y agarran lo que encuentran para lastimarme.

El otro día - y esto no se lo digas a nadie - en ese lugar blanco en el que se sienta uno a comer, el enanito les ordenó a las manos que me cortaran los muslos para que no pudiera acariciarme en las noches cuando pienso en ti. Obedecieron y ahora tengo vendas en las piernas y los sargentos no me dejan ir a comer. Me sirven aquí porque ellos también le tienen miedo al enanito.

Como tengo los ojos cerrados creen que estoy muerta. Llevo ya nueve horas así. A veces vienen los sargentos y me preguntan:  "¿Ya?" y "¿Cuánto falta para que abras los ojos y te muevas un  poquito?". Pero como no puedo contestarles piensan que estoy muerta. 

Me tengo que curar el dolor de piel porque es insoportable. Por suerte no me han quitado las flores de encima. Han de creer que son las que me enviaron ustedes cuando supieron que estaba muerta. Pero... no lo estoy. Tú lo sabes, ¿verdad? Y tambien Tártaro y el enanito.

¿Sabes? No me da miedo estar muerta. Es muy relajante. No me importa no moverme. Lo único que me molesta son los pellizcos. Yo ya le dije a mi piel que estaba harta del dolor pero me dijo que no era su culpa, que estaba siguiendo órdenes, que el enanito le había dicho que ese era mi castigo por haber estado contigo esa noche. Ay, hermanito, diles que lo que hicimos no es feo, que eras mi mejor amigo, mi amor, mi todo.

Para darles por su lado al enanito, a la piel, a las manos y a todos los demás, les dije que me había arrepentido. Les dije: "¡Ya!  ¡Ya!  ¡No me hagan sufrir!  ¡Sé que es pecado!  ¡Me arrepiento, me arrepiento !". Pero no me creyeron. Creo que en el fondo saben que te quería y que por eso lo hicimos.

Diez horas, ya sólo me faltan cinco... ¿No me creerías verdad? Cuando jugabamos de pequeños yo no podía estar quieta. Tú sí. Ya ves, aprendí de ti. Tambien aprendí que no hay que ceder con los sargentos blancos, que nunca hay que contarles nada.

Nadie sabe lo de nosotros, no se lo he dicho a nadie. El único enterado es Tartarito. Me habla. Sé que es chiquito y que no puede hablar, pero yo lo oigo, siento sus palabras, te lo juro.

Por qué se lo llevaron, ¿eh? Llevaba tanto tiempo viviendo dentro de mí, y bueno, ya sé que no quería salir y que cuando salió en lugar de llanto le brotó sangre, pero me lo podrían haber dejado, aquí, junto a mí, para que curara con sus manitas los dolores de mi piel.

¿Qué le hicieron? Lo tiraron a la basura y lo cubrieron de papel periódico. Eso lo vi en una película.  O ¿lo soñé ? ¿Qué le hicieron? El nunca me habla de eso. No sé en dónde está,  ¿tú sabes?

"Hijo, Mamá, Papá ". ¡Qué bonitas palabras! Cuando me pongo a gritarlas para que no se pierdan en el silencio, para que nunca se me olviden, los ojos de una sargenta se ponen húmedos y se llenan de lágrimas. La miro y le grito a la cara: "¡Mi hijo! ¿Dónde está mi hijo?". Pero nada más para asultarla porque me divierte como toma sus cosas y se larga, llena de angustia. ¡Qué tonta! ¿Que no sabe que Tártaro, Tartarito, mi Tartarito lindo, rojo, sangriento, chiquito, me habla en las noches?

Rápido, antes de que regrese, ¿te cuento lo que me dice el enanito?
Dice que me castigó Dios porque compartí contigo las sábanas blancas. Porque eso es malo. Porque nuestro hijo, Tártarito, nació muerto. Porque yo le tenía tanto miedo a que doliera su salida que me golpeé el estomago con las manos hasta que dejó de patear. Pero tú no le crees ¿verdad hermanito? Yo creo que está loco.

Falta una hora. Ya no me dolerá nada. Sólo tu ausencia pero ya aprendí a vivir con ella.

Oye, ¿cuándo vendrás a visitarme, hermanito? Te extrañé un poquito, de repente.
Ayer vi una película en donde tú venías a verme y estabas muy pálido y me mirabas y era  feo porque creo que era odio en tus ojos... y me decías que ya nunca volverías a verme porque yo había matado a tu hijo. Luego te dabas la vuelta y en la espalda traías cargando a Tartarito. Bueno, creo que era Tartarito. Ya no me acuerdo.

La vi por la noche en la tele y me salió una ampolla en el pecho. La vi, bueno, eso creo. Pudo haber sido un sueño. Ya no me acuerdo.

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