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domingo, 23 de enero de 2011

Algo sobre ser madre...

Hay una pregunta que todas las mujeres nos hacemos por lo menos una vez en la vida: ¿quiero ser madre? Desde niña siempre pensé no sólo que sí quería ser madre, sino que quería ser madre joven. Mi mamá tenía 42 años cuando me tuvo, 42 años de antes, de una generación en la cual a los 18 las niñas ya estaban casadas y con hijos. Mi madre se tardó, no sé porque. Tengo entendido que por un tiempo pensó que se había "quedado", hasta que conoció a mi papá y se casó.

Cuando yo tenía 13 años, al inicio de una adolescencia que no fue fácil (yo era una adolescente aguerrida que necesitaba buscar mi identidad a través de la rebeldía constante) mi madre ya tenía 55. Cincuenta y cinco años y absolutamente ninguna noción de como tratar a una chava con la que no tenía nada en común y que estaba viviendo en un mundo que ella desconocía por completo. Para agregarle obstáculos a mi pobre madre, ni siquiera vivíamos en México, en dónde ella estaba familiarizada con las costumbres y en dónde se manejaba aún una "moral" y tradicional manera de comportarse! Yo vivía en Senegal, estudiaba en el liceo francés, mis amiguitas de 13 años estaban avanzando rápidamente en los menesteres sexuales y en la experimentación con las sustancias prohibidas, yo era la más "conservadora" de todas, la única virgen de mi grupo, a mis inocentes trece, yo era la única que pensaba que no había que acostarse con el primero que se apareciera sino con la persona de la que uno se enamorara...

Pobre mamá, me puedo imaginar ahora lo terrible que ha de haber sido para ella mirar hacia mi y ver el enorme abismo que existía entre nosotras, que con los días se hacía cada vez más grande. Una mujer que nació en 1925, en una familia conservadora mexicana, con un padre que no la dejó ni siquiera estudiar en la universidad porque opinaba que eso "no era para mujeres" ahora viviendo en un mundo que no entendía del todo, en el que la tecnología avanzaba a una velocidad incontrolable con una hija que estaba creciendo en un ambiente precoz, con niñas francesas que no tenían la misma educación ni principios que ella, que tampoco entendía la forma de pensar de su madre, que la juzgaba, despreciaba su sumisión, quería ser completamente distinta a ella.

La vida de mi madre y la mía fueron tomando direcciones diametralemente opuestas: conforme yo crecía y me aventuraba hacia mi propio destino, conforme yo buscaba mi esencia y experimentaba con la vida, mi madre se recluía más en el silencio y se aislaba cada día más, convencida de que me había perdido para siempre. Yo nunca la entendí. La juzgué más de la cuenta. Busqué la forma de alejarme de ella y lo logré. Tuvimos un desencuentro fatídico que nunca resolvimos, ni siquiera cuando estaba en sus últimos días porque para cuando yo logré perdonarla ya era demasiado tarde. Murió sin saber que yo había dejado atrás nuestras diferencias, murió sin saber que la quería a pesar de mi ausencia, a pesar de la indiferencia que le demostré durante tantos años.

Ahora me pregunto si quiero ser madre. Tengo cuarenta años y ya no voy a ser la "madre joven" que yo imaginaba. Pero tampoco seré como ella, porque yo sí vivo en mi tiempo. Porque el "gap" generacional se ha hecho cada vez más pequeño, porque yo soy una mujer moderna y estoy al día y conozco los peligros, las amenazas del mundo actual. Porque yo experimenté y probé y tuve suficientes experiencias difíciles como para poder detectarlas y entender lo que enfrentan los chavos de hoy... Sin embargo me asusta al grado de parálisis. Me imagino a mi hija teniendo los mismos sentimientos por mi que los que tuve por mi madre y se me forma una bola en el estómago. Yo sé que todos los hijos cuestionan y juzgan a sus padres, sé que es parte del crecimiento de cualquier ser humano y que es una forma de encontrar su independencia, pero me imagino tener una hija como la que yo fui y me aterro. También me preocupa, obviamente, que cambie mi vida. Hay una parte de mi que quiere que todo siga igual. Pero sé que de ninguna manera lo será, sin embargo eso no es lo que más me detiene... en realidad es el miedo a generar los mismos sentimientos de resentimiento y desprecio que yo sentí alguna vez por ella.

Yo aprendí, desde pequeña, que no había ningún mal en tener miedo, que el mal estaba en no intentar vencerlo. Y con esa filosofía he vivido mi vida entera, he vencido muchos, muchos miedos, he superado muchos muchos obstáculos. Este es uno que tengo que vencer y tiene fecha de caducidad. Si no lo enfrento pronto, me quedaré sin la oportunidad de tener hijos. Por eso, como cuando te detienes frente a una alberca llena de agua helada, dudando si entrar o no, lo mejor es aventarse rápidamente... hoy me estoy preparando para echarme el clavado. El tiempo dirá... no creo arrepentirme jamás, solo espero tener más suerte y que la nueva generación no me agarre desprevenida y me revuelque como la mía revolcó a mi mamá...

5 comentarios:

  1. Me encantó tu blog!, en realidad si...

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  2. Ale, yo sí tengo claro que quiero ser mamá, aunque por ahora tenga que esperar un poco. Y también me aterra, pero todos las que ya son, dicen que es una cosa hermosa. Supongo que el amor debe expandirse a magnitudes que no conocemos. Así que yo apoyo tus cuestionamientos y tus ganas de lanzarte con todo y miedo!

    Besos

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  3. Aviéntese a la alberca Partner! Un beso grande.

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  4. Pues yo opino que...AL AGUA PATOSSSSS!!!!!

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  5. Alejandra:

    Buscándote en internet, me encontré tu blog. Esta entrada me conmovió - Por una parte porque yo estaba en Senegal, viendo todo desde fuera.

    Tu mamá era producto de esa época fatídica post revolución - en que había que volver a meter en orden a tantas mujeres que habían adquirido demasiado poder mientras los hombres peleaban. Martha era una mujer con una gran inteligencia y hambre que no fué satisfecha. Hubiera hecho una carrera brillante, pero en vez, tuvo que aprender a tejer patrones complicadísimos de enormes colchas para poder devorar tomo tras tomo literario sin que la tacharan de ociosa. Yo nunca entendí como le hacía - y a que velocidad ambas cosas! Te imaginas si hubiera puesto esa habilidad en estudios universitarios?

    Pero había cosas que tenía tan inculcadas que nunca hubiera podido entender otro modo de ver. Igual que el tejido y la lectura - cosas que ya no era necesario hacer juntas pero ya no podía separarlas.

    Me imagino que habrás oido esta historia mil veces - de cuando estaba en Londres y tu papá quería ir de paseo al campo con ella. Su padre (creo que era embajador de México entonces) se lo prohibió, porque se vería pésimo que una niña bien (aunque de casi 40) saliera al campo con su novio (con el cual estaba a punto de casarse). Y ella reconocía que su padre había tenido razón y la había salvado de una gran vergüenza.

    Punto seguido - hay que reconocer que aunque yo no era la casta florecita que fué tu mamá - ella siempre me trató con gran cariño y siempre me sentí muy acogida en tu casa.

    Pero entiendo tus dudas al contemplar la posibilidad de ser madre - qué tensiones intergeneracionales van a surgir que ni siquiera te imaginas? El echo de que tengas hijos no quiere decir que sea gente que piense y sienta como tu sino a veces todo lo contrario. Lo único que puedes hacer es cambiar como ves a tus hijos: Si los ves como extensión tuya... sonamos! pero si los ves como gente independiente de ti que tienen sus propias ideas que a veces no te van a gustar pero mismas que hay que respetar; entonces abres la puerta para una gran relación en el que tu papel seguido es mas de escuchar que de hablar.
    Asi es que espero que te hayas aventado al agua con gozo, terror y con los oidos abiertos.

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