Buscar este blog

viernes, 28 de enero de 2011

Hypnos


Hypnos, Dios griego del sueño y su hermano Thanatos,
dios de la muerte, pintura de John William Waterhouse (1849-1917)


Se levanta tarde por las mañanas. Dan más de las doce y sigue tumbado en la cama, dormido, soñando, huyendo del mundo y de la realidad que tanto parece intimidarlo. Es el simple hecho de abrir los ojos cuando la luz del día lleva ya horas iluminando la habitación que a mi me perturba tanto.

Su sueño es profundo e impenetrable. Habla en las noches. Emite ruidos, preguntas, a veces reclamos. Se levanta de la cama, camina por la casa en busca de algo. No sé de qué. Nadie los sabe, tal vez no lo sepa ni él. Se lo he preguntado obstinadamente… Su corazón está sumido en su interior, inaccesible.

Duerme como Hypnos en su cueva. El mundo de sus sueños es un lugar seguro, lejos de todos aquellos miedos, lejos de todos aquellos males que lo acechan. Por la mañana al despertar le duelen la espalda, las piernas y el estómago. Se alza de la cama sin haber descansado. Porque para él no existe aún el descanso, sigue pagando una cuota por algún crimen insoluto. Yo, a su lado, me pregunto qué diablos lo atormenta pero acabo siempre aceptando la frustrante realidad de no poder, de no saber ayudarlo.

Una noche creí poder entrar en sus sueños. Me coloqué muy cerca de su cara, acariciando su cabeza y sus ojos, para penetrar ese extraño laberinto interior del que había sido excluida. Cerré los ojos imaginándome un espacio obscuro, lleno de demonios y depredadores que acosan. ¿Acaso me habré equivocado? Será ese un mundo blanco y seguro, con árboles y primavera, sol; y la luz que él no ha logrado encontrar en su vida cotidiana.

Duerme sin mover un solo dedo, sumido en ese sueño, en posición fetal, como un recién nacido. No se puede penetrar en su mente. De vez en cuando murmura mi nombre, más a menudo los nombres de sus hijos, de vez en cuando palabras incomprensibles. Me abraza, se abraza a mi como un oso, deslizando mi cuerpo hacia el suyo, sabiendo hasta en sus sueños, que le pertenece.

Despierta algunas noches con un grito atrapado en el pecho y los ojos desorbitados. A veces se aglomeran las lágrimas en sus apretados párpados. Se detiene un momento, sentado en la cama, asimilando quién sabe qué pesadilla en silencio. Yo simulo estar dormida para no interrumpir sus reflexiones, la intimidad del encuentro con sus fantasmas. Se recuesta y me toca. Un pie, una mano, la parte superior de su espalda contra mi pecho… y vuelve a someterse al sueño como un prisionero vuelve a la celda, sumiso y sin resistencia.

A veces despierto con un sobresalto desde los propios laberintos de mi inconsciente al sentir sus dos manos sobre mi espalda, empujándome hacia la orilla de la cama con tal fuerza que tengo que detenerme de la mesa de noche para no caer. Por mi mente circulan las dudas y sospecho que en el fondo, no tiene deseo alguno de compartir su cama, o al menos no conmigo. Volteo y murmuro su nombre para despertarlo apenas, lo suficiente para que me recuerde, cambie de parecer y me permita permanecer en su lecho. El ataque amaina. Retira sus manos de mi espalda y se acurruca al extremo opuesto de la cama, sumergido en sus endemoniadas fantasías. Yo respiro e intento dormir, con una mano aferrada a las sábanas por aquello de que se repita el episodio.

Sé que no puedo penetrar su sueño, por mucho que me acerque a su frente y a sus párpados sellados. Por mucho que su cuerpo penetre el mío. Sé que lo único que puedo hacer es abrazarlo de noche y compartir en voz baja palabras de consuelo.

Llegará un día en el que se despierte temprano, cuando la luz del día aún no se asoma. Cuando los pájaros aún duermen en sus nidos o en los tejados de los edificios citadinos. Verá la oscuridad afuera y poco a poco, con la entrada del sol por su ventana sentirá la fuerza de la vida que lo invade. Un día no necesitará dormir hasta las dos de la tarde porque el mundo de fuera se habrá convertido en uno más apetitoso que el de adentro. Porque encontrará lo que ha estado buscando desesperadamente en su inconsciente; sus sueños se lo habrán dictado. Yo no sé si aún estaré allí, del otro lado de la cama, cuando él despierte. Tal vez haya salido a caminar temprano en la oscura madrugada o tal vez me haya ido lejos tras una noche perturbadora en la que me haya expulsado por última vez de su cama. Pero espero verlo despierto, paseando por las calles con la satisfacción de quien ha viajado al sub-mundo y ha vuelto victorioso. Espero verlo despierto, gozando la vida, pero como en todas las tragedias, existe la posibilidad de que eso nunca suceda…

domingo, 23 de enero de 2011

Algo sobre ser madre...

Hay una pregunta que todas las mujeres nos hacemos por lo menos una vez en la vida: ¿quiero ser madre? Desde niña siempre pensé no sólo que sí quería ser madre, sino que quería ser madre joven. Mi mamá tenía 42 años cuando me tuvo, 42 años de antes, de una generación en la cual a los 18 las niñas ya estaban casadas y con hijos. Mi madre se tardó, no sé porque. Tengo entendido que por un tiempo pensó que se había "quedado", hasta que conoció a mi papá y se casó.

Cuando yo tenía 13 años, al inicio de una adolescencia que no fue fácil (yo era una adolescente aguerrida que necesitaba buscar mi identidad a través de la rebeldía constante) mi madre ya tenía 55. Cincuenta y cinco años y absolutamente ninguna noción de como tratar a una chava con la que no tenía nada en común y que estaba viviendo en un mundo que ella desconocía por completo. Para agregarle obstáculos a mi pobre madre, ni siquiera vivíamos en México, en dónde ella estaba familiarizada con las costumbres y en dónde se manejaba aún una "moral" y tradicional manera de comportarse! Yo vivía en Senegal, estudiaba en el liceo francés, mis amiguitas de 13 años estaban avanzando rápidamente en los menesteres sexuales y en la experimentación con las sustancias prohibidas, yo era la más "conservadora" de todas, la única virgen de mi grupo, a mis inocentes trece, yo era la única que pensaba que no había que acostarse con el primero que se apareciera sino con la persona de la que uno se enamorara...

Pobre mamá, me puedo imaginar ahora lo terrible que ha de haber sido para ella mirar hacia mi y ver el enorme abismo que existía entre nosotras, que con los días se hacía cada vez más grande. Una mujer que nació en 1925, en una familia conservadora mexicana, con un padre que no la dejó ni siquiera estudiar en la universidad porque opinaba que eso "no era para mujeres" ahora viviendo en un mundo que no entendía del todo, en el que la tecnología avanzaba a una velocidad incontrolable con una hija que estaba creciendo en un ambiente precoz, con niñas francesas que no tenían la misma educación ni principios que ella, que tampoco entendía la forma de pensar de su madre, que la juzgaba, despreciaba su sumisión, quería ser completamente distinta a ella.

La vida de mi madre y la mía fueron tomando direcciones diametralemente opuestas: conforme yo crecía y me aventuraba hacia mi propio destino, conforme yo buscaba mi esencia y experimentaba con la vida, mi madre se recluía más en el silencio y se aislaba cada día más, convencida de que me había perdido para siempre. Yo nunca la entendí. La juzgué más de la cuenta. Busqué la forma de alejarme de ella y lo logré. Tuvimos un desencuentro fatídico que nunca resolvimos, ni siquiera cuando estaba en sus últimos días porque para cuando yo logré perdonarla ya era demasiado tarde. Murió sin saber que yo había dejado atrás nuestras diferencias, murió sin saber que la quería a pesar de mi ausencia, a pesar de la indiferencia que le demostré durante tantos años.

Ahora me pregunto si quiero ser madre. Tengo cuarenta años y ya no voy a ser la "madre joven" que yo imaginaba. Pero tampoco seré como ella, porque yo sí vivo en mi tiempo. Porque el "gap" generacional se ha hecho cada vez más pequeño, porque yo soy una mujer moderna y estoy al día y conozco los peligros, las amenazas del mundo actual. Porque yo experimenté y probé y tuve suficientes experiencias difíciles como para poder detectarlas y entender lo que enfrentan los chavos de hoy... Sin embargo me asusta al grado de parálisis. Me imagino a mi hija teniendo los mismos sentimientos por mi que los que tuve por mi madre y se me forma una bola en el estómago. Yo sé que todos los hijos cuestionan y juzgan a sus padres, sé que es parte del crecimiento de cualquier ser humano y que es una forma de encontrar su independencia, pero me imagino tener una hija como la que yo fui y me aterro. También me preocupa, obviamente, que cambie mi vida. Hay una parte de mi que quiere que todo siga igual. Pero sé que de ninguna manera lo será, sin embargo eso no es lo que más me detiene... en realidad es el miedo a generar los mismos sentimientos de resentimiento y desprecio que yo sentí alguna vez por ella.

Yo aprendí, desde pequeña, que no había ningún mal en tener miedo, que el mal estaba en no intentar vencerlo. Y con esa filosofía he vivido mi vida entera, he vencido muchos, muchos miedos, he superado muchos muchos obstáculos. Este es uno que tengo que vencer y tiene fecha de caducidad. Si no lo enfrento pronto, me quedaré sin la oportunidad de tener hijos. Por eso, como cuando te detienes frente a una alberca llena de agua helada, dudando si entrar o no, lo mejor es aventarse rápidamente... hoy me estoy preparando para echarme el clavado. El tiempo dirá... no creo arrepentirme jamás, solo espero tener más suerte y que la nueva generación no me agarre desprevenida y me revuelque como la mía revolcó a mi mamá...

sábado, 22 de enero de 2011

Contemplación...

"La contemplación es el estado espiritual que aparece en el ser humano cuando practica el silencio mental"

De vez en cuando, sobre todo después de temporadas muy activas, después de terminar la filmación de una película como ahora, me sobrecoge la necesidad de permanecer en silencio, de contemplar la vida sin mover un dedo. Primero paso por un proceso de "descompresión", en el que la mente me bombardea de ideas de cómo debí de haber hecho las cosas, de los errores que cometí, la ansiedad que tuve que suprimir para seguir funcionando todos los días, me atrapa y me paraliza, me da insomnio, como más de lo necesario, me cuesta trabajo concentrarme... pero cuando pasan esos días de angustia y de re-adaptación a una rutina más tranquila, entro en un estado de contemplación. Sigo evaluándome, escudriñando, cuestionando todo, pero ahora con la calma y serenidad de la distancia. Amanezco no con ganas de salir corriendo ni de hundirme en las sábanas de mi cama, sino con ganas de tomar asiento en el balcón de mi casa y mirar la calle, escuchar los ruidos que me rodean, poner una ópera a todo volumen y simplemente estar.

Mis trashumancias siguen. Una vida de cambios de casa, de paises, de escuela, de amigos se transformó en una vida en la que cada proyecto trae distintos temas, socios, colaboradores, retos y hasta nuevos amigos. Cada vez que me sumerjo en un nuevo proyecto descubro que mis trashumancias no han terminado. Que seguiré siendo una nómada de la vida, aunque ya tenga un lugar fijo en dónde vivir, continúo en el cambio constante, en el movimiento que ha caracterizado mi vida y sin el cual, creo que moriría. Un día llega a mi escritorio una historia y si me gusta es el comienzo de una aventura. Cada historia que cuento, deja algo en mi que me marcará y me cambiará para siempre.

Hay momentos para ver hacía el pasado, momentos para ver hacía el futuro y momentos de quietud en los que sólo se vive el instante presente y se siente como pasa la vida segundo a segundo y se disfruta hasta lo más insignificante. Hoy estoy recuperando esa quietud después de la tormenta y cómo agradezco poder detenerme. Hoy, aquí, sentada en mi sillón color mostaza, frente a la puerta abierta que da al balcón de mi departamento, descalza, sola y en silencio... siento como la ligera y fresca brisa hace enchinar un poco los vellos de mis brazos, sin frío, agradablemente y me doy cuenta de lo mucho que me gusta mi vida. Acepto que es una vida de inestabilidad, de riesgos financieros, de apostarle todo a una idea sin garantías, una vida que a veces no me permite el tiempo para estar en casa, pasear con el perro ver a la familia... pero es la vida que escogí y con la que soné, es la vida llena de trashumancias, de retos, de aventuras que me imaginé desde pequeña y que forjé. Me pregunto a veces, cómo sería si tuviera un empleo fijo, con un horario normal, si me tuviera que despertar todos los días a la misma hora para ir a la misma oficina y ver a la misma gente. Me atrae la idea de cobrar la misma cantidad cada mes y poder hacer planes, de algo, ¡de lo que sea!
A veces me dan ganas de tirar la toalla y echar a la basura todo lo que he construido a cambio de un poquito de estabilidad, a cambio de no sentir esa angustia que llega a mí cuando termino un proyecto porque no hay absolutamente nada que me garantice que voy a tener ingresos en los meses que le siguen... nada más que mi propia insistencia, mi disciplina que tanto me falla, la perseverancia que a veces no encuentro... A veces me gustaría solamente trabajar para cobrar un cheque y no preocuparme porque alguien más no cobre el suyo por culpa mía, no cargar en los hombros el peso de la responsabilidad, no saber que mis decisiones pueden afectar a tantos otros y hasta determinar el éxito o fracaso de mis proyectos...

...Pero luego pienso en lo privilegiada que soy al ser testigo y promotor de un mágico proceso en el que una idea pasa de la imaginación al papel, del papel a la pantalla y de la pantalla a la psique de algún espectador... al ser parte de un equipo que deja un pedacito de su ser en cada película, sea cual sea su labor... de tener de pronto en mis manos, ahí, en unos cuantos rollos de cine o imagenes en una pantalla, algo con lo que soñamos y que construimos como arquitectos de la fantasía.

En ese momento todo vale la pena, las dudas se disipan y vuelvo a la contemplación, cierro el círculo y entiendo porque hago lo que hago y sobre todo porque nunca lo dejaré de hacer...

domingo, 16 de enero de 2011

Anger

"Holding on to anger is like grasping a hot coal with the intent of throwing it at someone else; you are the one who gets burned.” - Cita Budista.

Tengo odios que han quedado en mi ser como un carbón ardiente y siguen quemando mi corazón cada día. A veces se vuelven a incendiar con el recuerdo de las experiencias que los crearon y lastiman como si hubieran sucedido ayer... quiero deshacerme de esos carbones, apagarlos, desecharlos para siempre. A veces pienso que ya no están, que todos los sentimientos están superados, que soy libre por fin... pero escucho nombrar a alguien, vivo una experiencia que se asemeja al pasado y me doy cuenta que no voy a ser libre, que no voy a estar completamente en paz hasta que me saque esto de mi interior!

¿Qué puedo hacer? -me pregunto. ¿Se trata de perdonar? Y ¿cómo puedo perdonar? ¿Cómo me perdono a mi misma y a otros? ¿Tengo que hablarlo con las personas que me hicieron el daño? ¿o me lo guardo?¿Lo escribo en una carta y la quemo? ¡La verdad lo he intentado todo!

El odio, el rencor, el resentimiento son sentimientos que se adhieren a las fibras más profundas de tu ser. Sirven para que no cometas los mismo errores. Pero pasa el tiempo y en vez de ser una ayuda se vuelven como una pesada cruz que cargas a dónde vayas. Te acompañan y te advierten y te amenazan siempre que estás a punto de confiar en alguien y te mantienen aislada de todos... creen que te están protegiendo pero en realidad te están manteniendo sola.

No quiero ser una persona que no sabe confiar, porque la confianza es el amalgama de toda relación humana. Sin embargo cualquier indicio de traición me desata las dudas y hace arder esos carbones. Tal vez no lo he perdonado. Tal vez nunca pueda perdonar. Pero, por dios, si alguien tiene una receta para esta situación, ¡por favor compártanla conmigo!

domingo, 2 de enero de 2011

20 Grados bajo cero


Hoy, platicando con mi papá, recordé el frío de Moscú.

Mi mamá me preparaba para salir: tres capas de ropa interior, camisa, sweater, chaleco y encima ese abrigo de piel negro (en esa época no era políticamente incorrecto usar abrigos de piel, sorry...), grueso, tan grueso, que para cuando estaba lista para salir de casa y jugar en la nieve, no podía mover los brazos. Imagínense, tenía 5 o 6 años, con un abrigo que pesaba más que yo. Mis brazos a los lados estirados no se podían doblar dado el grosor del abrigo, me tenía que doblar en dos y de ladito para poder alcanzar la nieve y aventar una bolita. En la cabeza una "chapka" , gorra de piel cuadrada con cubre orejas que solo dejaba expuestos mis cachetes, ojos, boca y nariz, bufanda larga que le daba por lo menos dos vueltas a mi cuello, pantalones sobre mayas y botas sobre pantalones. Parecía un osito.

Pero como me gustaba porque sabía que vestirme así significaba que iría al parque a jugar con la nieve y no importaba a cuantos grados bajo cero estábamos, eso era lo único que yo quería hacer!

sábado, 1 de enero de 2011

2011

Ayer me preguntaba si todos tenemos algún ritual de año nuevo, que es nuestro y que no compartimos con nadie. Supongo que para algunos parece trillado escribir en alguna parte los propósitos de año nuevo, pero creo que en el fondo todos albergamos alguna esperanza secreta para el año que sigue: tal vez algunos no quieren que acabe el año en curso porque para ellos fue un año maravilloso y no creen que se pueda repetir, para otros todo lo contrario, es el fin de algo y hay una luz al frente, un nuevo camino por delante, otros simplemente desean cambiar algo de sus vida y ven en el año nuevo una oportunidad para proponérselo... yo si tengo un pequeño ritual que he llevado a cabo desde hace muchos años. Desde muy chica mantenía un diario por año y siempre empezaba el año con un cuaderno nuevo, con una página que general mente empezaba por "Este año, voy a hacer esto o lo otro... o voy a tratar de cambiar de esta u otra forma..."

El año pasado no escribí casi en todo el año. Fue algo muy extraño para mi, porque cuando no he estado escribiendo cuentos, o guiones o este blog, como mínimo escribía en mi diario. Pero es que este año fue uno lleno de sorpresas y retos y aunque normalemente, ese sería un motivo aún más fuerte para ponerme a escribir y documentarlo de alguna forma, este año no tuve el tiempo ni la paciencia para hacerlo. Pero ahora al ver todo lo que sucedió y los cambios gigantescos que hubo en mi vida, me doy claramente cuenta del ciclo en el que vivimos todos. Como lo dice el IChing, hay momentos para contemplar y luego momentos para crear y no son simultáneos, el uno interfiere con el otro. Así que a veces cuando estamos tomando acción en nuestras vidas, tenemos que vivir en el presente y olvidar la contemplación, la remembranza, la revisión del pasado...

Ayer cerré el año contemplando este último año y medio en el que hubo tanta transformación. Me miré con dureza en el espejo y vi muchas cosas que no me agradaron del todo. Enfrenté algunos demonios que siguen acosando mi sueño, vi los errores cometidos, y vi un corazón que aún necesita liberarse de muchos resentimientos antes de poder estar completamente libre y entero.

Me he esforzado por ser una persona justa, por hacer las cosas bien y ser lo más congruente posible con mis ideologías y mi filosofía pero de alguna forma uno siempre se desvía un poco del camino, a veces mucho. Supongo que eso es parte de la vida, ir buscando ser lo más cercano a la persona que uno desea ser. Saber que se vive lo que se predica. No hacerle a los demás aquello que a uno no le gustaría que le hicieran. Cada vez que uno aprende algo nuevo, se da cuenta que hay tanto, tanto más por aprender! Cada peldaño que uno sube, nos hace ver todo lo que nos falta por delante.

Este año quiero hacer cambios internos para los cuales ya creo estar lista. Quiero dejar atrás el pasado y quiero construir mi futuro. Nunca me había puesto a pensar en la construcción de un futuro (tal vez sea la edad) y no hablo de un futuro laboral, hablo de la vejez, de llegar a edad madura rodeada de gente amada, de saber que lo que hice lo hice apasionadamente y que aunque no siempre haya hecho lo correcto, siempre haya creído, confiado, en el momento en que lo hice que era lo correcto. Quiero construir un futuro en el que ya no tenga rencores por mis enemigos, en que las cosas que me han hecho daño a lo largo del camino, sean ya solo experiencia, vivencia, y no algo que cargo sobre mis hombros y que tiñe todas mis acciones con su recuerdo. Quiero aprender a escuchar más y a hablar menos, porque la vida me ha enseñado, que no sirve de nada escucharse a si mismo y que eso nos impide echuchar a otros...

Quiero confiar en la gente que está a mi alrededor. En la gente cercana, que me quiere y a quien quiero, confiar como se confía cuando uno es niño. Porque a lo largo del camino, eso es lo primero que se pierde y eso aisla y separa. Quiero aprender a separar las diferentes áreas de mi vida para evitar la confusión emocional. Quiero volver a la vida, después de estos últimos años de "retiro" (que no niego que eran definitivamente necesarios) y sacarle todo el jugo que pueda. Quiero ver a mis amigos y disfrutar de su presencia, decir siempre lo que pienso y sobre todo, decirles siempre lo que siento por ellos. Quiero buscar construir una familia junto con el amor de mi vida y disfrutar y aprovechar el tiempo con la familia que ya tengo. Quiero darle el tiempo necesario a mis amistades, porque no pueden pasar más años sin vernos, sobre todo si vivimos en la misma ciudad.

En fin, si enumerara todas las cosas que quiero hacer y que quiero lograr este año, no acabaría nunca. Aquí solo quiero decir que agradezco estar viva y que todos los días despierto con ganas de crecer y de aprender y de querer.

Gracias por ser parte de mi vida y Feliz Año Nuevo!

Tartarito

Hoy me desperté temprano. Creo que era tan temprano que ni siquiera los de mi cuarto se habían levantado. Tendí mi cama, luego me volví a m...