
Hoy, platicando con mi papá, recordé el frío de Moscú.
Mi mamá me preparaba para salir: tres capas de ropa interior, camisa, sweater, chaleco y encima ese abrigo de piel negro (en esa época no era políticamente incorrecto usar abrigos de piel, sorry...), grueso, tan grueso, que para cuando estaba lista para salir de casa y jugar en la nieve, no podía mover los brazos. Imagínense, tenía 5 o 6 años, con un abrigo que pesaba más que yo. Mis brazos a los lados estirados no se podían doblar dado el grosor del abrigo, me tenía que doblar en dos y de ladito para poder alcanzar la nieve y aventar una bolita. En la cabeza una "chapka" , gorra de piel cuadrada con cubre orejas que solo dejaba expuestos mis cachetes, ojos, boca y nariz, bufanda larga que le daba por lo menos dos vueltas a mi cuello, pantalones sobre mayas y botas sobre pantalones. Parecía un osito.
Pero como me gustaba porque sabía que vestirme así significaba que iría al parque a jugar con la nieve y no importaba a cuantos grados bajo cero estábamos, eso era lo único que yo quería hacer!
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